jueves, 26 de marzo de 2015

De Odiseo a Kant

Quinto Horacio Flaco, más conocido como Horacio, o "el flaco" para los amigos, fue un poeta lírico y satírico latino-romano, que seguramente no conoces, pero su obra y sus citas son archi-conocidas. El personaje en cuestión es el acuñador de importantes frases, sentencias o locuciones célebres, capaces de comprimir en forma estética unas muy lindas enseñanzas, entre las que podemos contar el famosísimo "Carpe Diem", y tantos otros más que podrías googlear. Si no la conoces, no pasa nada, no es el punto.


Sapere Aude
La frase que nos convoca es otra de su amplio catálogo, se trata de "Sapere Aude". Se la escribió por carta a su amigo Lolius, donde le hablaba y comentaba sobre los periplos que Odiseo, también conocido como Ulises, tuvo que pasar y sortear en su regreso a casa, después de haber sobrevivido la emblemática guerra de Troya. La frase en cuestión decía algo así como: 
Dimidium facti, qui coepit, habet: sapere aude, / incipe. 

Si no entendiste nada, bienvenido al club de los no-egresados del Monserrat. La traducción sería "Quien ha comenzado, ya ha hecho la mitad: atrévete a saber, empieza". ¿¡Está buena o no?! *tono triunfalista*. Pues así como Odiseo iba sorteando con inteligencia y pericia, Horacio nos anima a pensar, a usar nuestro ingenio, a sortear los problemas de la vida con optimismo y auto-confianza. 
La misma frase será recogida por un grande de la historia del pensamiento occidental. Imanuel Kant la divulgará en su libro "¿Qué es la Ilustración?", aportando así a forjar la Ilustración, el período del pensamiento autónomo, el inicio de las glorias humanista y antropocéntricas. Todas las conquistas liberales y humanistas de la edad moderna y contemporánea pueden rastrearse hasta Kant. Entender al autor alemán es entender las raíces de este múltiple árbol de pensamiento, con tantas ramas y posiciones como te imagines. La razón como la diosa y patrona de los triunfos humanos, la protectora del hombre. La modernidad le prende velas a su estampilla, le reza en latín formulas científicas y matemáticas, para procurar su bienpasar.


Esta máxima impactó desde luego en una de las revoluciones mas significativas de la historia occidental europea. La revolución francesa fue guiada por sus líderes en este camino, el de pensar por uno mismo, en amar y abrazar la razón. La libertad, la autonomía de la voluntad, la determinación de los pueblos, todo esto viene influido por varias cuestiones, y entre ellas esta simple frase "Sapere Aude", atrévete a saber, ten el valor de usar tu propia razón.
Ahora lo damos por sentado, es una frase tuitera de cajón, de manual. Y no somos capaces de asimilar el profundo optimismo que en Europa se tenía acerca de la Ilustración y el uso de la Razón. Todo cambiaba, el modo de gobierno, de vida, de pensar y actuar. Y la razón era su sol, el centro magnético que mantenía todo en pie. O por lo menos ese era el discurso, sin dudas que estos puntos de vista acerca del mismo periodo pueden aportar otras reflexiones.
¿Y si deberíamos abandonar la razón y abrazar la locura? Tal vez hemos estado siguiendo la guía de una ciega e inválida, una diosa sin panteón, que ha caído hace tiempo de su trono. Tal vez Nietszche se equivocó, Dios no ha muerto, la Razón es la que murió.

Aún quedan feligreses de la Razón, pero abundan sus detractores de todos los colores: posmodernos, poscoloniales, decoloniales, culturalistas, feministas, revisionistas, y un largo etc. Darle palos a la Modernidad y la Razón es deporte nacional, patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Ya nadie está totalmente convencido que la ciencia y el progreso nos van a liberar de algo... de hecho nos han hundido peor.
La odisea que la humanidad comenzó hace algunos siglos, de atrevernos a pensar por nosotros mismo, ha sorteado bravos mares y seductoras sirenas. Ya le escupieron en la cara y la condenaron a muerte. La Razón pasó de ser la diosa del hombre, a ser su opresora. Es tiempo ahora de una mirada crítica, que la ponga en su lugar correcto. Para no abandonar la fe, ni tampoco dotarla de lo que no es. Obviamente la ciencia no nos salvará ¿Quién entonces?

(no, el chapulín colorado tampoco)

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