jueves, 19 de marzo de 2015

Somos todos negros

No hay peor ciego que el que no quiere ver, dicen...

La foto de arriba, que ya debe haber herido la sensibilidad de cuanto fanático haya, no tiene la intención de burlarse, sino de introducir a una romántica (en el sentido del siglo XVIII) y olvidada revolución. Así que vamos a ser un poco mas serios pero sin descuidar el descuido propio de este blog. Hoy combinamos revolución y negros.


Haití
La Revolución haitiana es una historia injustamente echada al olvido, pero sumamente bella tanto como compleja. Existen en el universo digital algunas lecturas y videos a los que cualquiera puede acceder, por lo tanto no me voy a detener en fechas, ni detalles históricos. La revolución en cuestión combina esclavitud, abusos, hambre (mucha hambre), vudú, ideales revolucionarios venidos de Francia y un sistema económico que puede haber cambiado de apariencia, pero sigue siendo el mismo agujero negro que engulle cualquier ideal en pos de la riqueza. En la isla, durante 1971, comienzan los procesos abolicionistas en los que blancos y negros, propietarios y esclavos, se daban de a machetazos, obviamente que los primeros con ciertas ventajas armamentísticas, pero ciertamente ambos bandos se daban duro. Hasta que en 1804 la mitad occidental de la isla La Española se convirtió en el segundo país independiente del continente, y el primero de América Latina. Durante toda su historia pagó, y paga el precio de su "rebelión". 

De alguna forma nefasta, la emancipación de la que Europa se enorgullece solo vale si es para blancos, no para negros. Solo vale si es para burgueses, no para esclavos. Solo es posible si somos nosotros, no los otros.

Solo voy a dejar aquí citas aisladas del preámbulo, y algunos artículos de la Constitución de 1805, de lo que fue la primera república negra del mundo y un emblema de la lucha abolicionista. Suscitan las reflexiones sobre los negros que querían ser libres, negros que querían ser blancos.
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"En presencia del Ser Supremo, delante de quien son iguales los mortales,
y que ha esparcido tantas especies de criaturas diferentes en la superficie
del globo con el fin de manifestar su gloria y su poder en la diversidad de sus
obras; ... en frente de la naturaleza entera, de la que nosotros hemos sido tan
injustamente y después de tanto tiempo considerados como los hijos rechazados"

Art. 1. El pueblo habitante de la noble isla llamada Santo Domingo
decide aquí formarse como Estado libre, soberano e independiente de todo
poder del universo, bajo el nombre de Imperio de Haití.
Art. 2. La esclavitud es abolida para siempre.

Art. 4. La ley es una para todos, sea que castigue, sea que proteja.

Art. 6. La propiedad es sagrada, su violación será rigurosamente perseguida.

Art. 9. Ninguno es digno de ser haitiano, si no es buen padre, buen hijo,
buen esposo, y sobre todo buen soldado.

Art. 11. Todo ciudadano debe poseer un oficio manual.
Art. 12. Ningún blanco, cualquiera sea su nación, pondrá un pie en este
territorio con el título de amo o de propietario, y de ahora en adelante aquí
no podrá adquirir ninguna propiedad.

Art. 14. Necesariamente debe cesar toda acepción de color entre los hijos de una sola y misma familia donde el Jefe del Estado es el padre; a partir de ahora los haitianos solo serán conocidos bajo la denominación genérica de negros.
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Somos todos negros
Defienden la propiedad, pero solo de los negros. El tono del documento está en deuda con los ideales liberales que en América del Norte y Francia se enarbolaban por aquellos días, pero los europeos nunca reconocieron la legitimidad de esta revolución. Porque toda revolución es linda, excepto cuando me perjudica. 

Pero si hay algo que se puede rescatar, es la redención de la palabra "negro". El símbolo de su opresión, el rótulo que les recordaba que ellos eran esclavos, que eran los diferentes a la norma blanca-europea, pues ellos eran negros. Y siguen siendo negros, negro el esclavo, negro el dueño, negro el comerciante, y negro el presidente. Por ley, todos negros.

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